X-Men III



Enésima adaptación cinematográfica de un clásico del cómic de Marvel, X-Men3: La decisión final, dirigida por un arrojado Brett Ratner, representa tan solo un peldaño más en la evolución de una saga ya sobreexplotada en el cine, por mucho que pretendan convertirla en un final. La excesiva parquedad en el metraje (apenas 101 minutos que se hacen muy cortos) provoca que la trama avance a ritmo frenético, quizá apropiado para los fanáticos de los cómics de la Patrulla X que ya conocen los vericuetos del mundo mutante, pero que se antoja excesivo en una sala de cine de público menos específico. El argumento, interesante a priori, diluye su inicial y prometedor gancho en medio de reiterativas secuencias de lucha que ni siquiera dan idea del poder de los mutantes.




El planteamiento comienza de forma francamente poderosa: los humanos sintetizan un “remedio” contra las mutaciones (olé la panacea universal sacada de la manga) que provoca numerosos enfrentamientos en la llamada “comunidad mutante”. Cada uno de ellos se ve obligado a elegir entre una normalidad jamás disfrutada y su integración en un mundo de iguales que ya nunca será lo que un día fue. El dilema, por otra parte ya presente en las dos anteriores películas de la saga, resulta cada vez más poderoso, y polariza definitivamente a los mutantes. Incluso entre los X-Men conviven diferentes formas de enfrentarse a tan difícil elección, aunque finalmente se unirán para combatir a sus enemigos. No nos engañemos, desde el primer minuto la película promete, enseña sus bazas, pero ilusiona para finalmente desembocar en una orgía de chistes fáciles y mamporros de barrio.




Charles Xavier y Magneto personifican dos modos distintos de convivir con la mutación. Mientras que el primero busca con ahínco un peligroso y débil equilibrio con los humanos, el segundo cree ser el elegido que podría llevar a los mutantes a conseguir el dominio sobre la Humanidad. La denuncia social y la tolerancia al diferente vuelven a ser la tónica en la que se sustenta el argumento, y al menos en su primera parte mantiene muy bien el tono. X-Men3 es, a mi modo de ver, una película cercenada: tras este comienzo digno de la saga del cómic de Stan Lee y Jack Kirby, con un tempo muy bien definido y un interés creciente, nos encontramos con un sinfín de duelos dialécticos banales, batallas con mucho mutante pero poca espectacularidad, reiteraciones de diálogo, delirios humorísticos y episodios sensuales, y sí, algunos aciertos.




Se nota el cambio de director, aunque suene a crítica recursiva. Brett no es Bryan Singer, a quien primero se encargó la confección de esta película, que rechazó por ver su nombre junto a la esperada Superman Returns, y eso se nota. La acumulación superlativa de personajes priva al espectador de la siempre básica identificación con ellos, que se deja de forma aventurada al argumento general, que apela a tocar la fibra sensible. Lo acelerado de las secuencias de la segunda parte de la película no deja espacio para otra cosa que no sea la acción pura y dura.




Los personajes, salvo Xavier (Patrick Stewart), Magneto (Ian McKellen) y Jean Grey (Fénix), son apenas máscaras impávidas, soldados obedientes de la trama, con sus recursos interpretativos sujetos con corsé. Y en una película que ha de ser forzosamente coral, solo tres personajes no pueden sustentar una línea dramática. Mención aparte merece Lobezno (Hugh Jackman), el héroe duro, moralista y solitario de la película, cuyo protagonismo es ya excesivo en detrimento de sus poderosos compañeros, pero que sorprende con una actuación muy expresiva, sobre todo en momentos dramáticos; está a la altura de la confianza que los productores han puesto en él desde el inicio. Esperábamos más de Pícara (Anna Paquin), que es apartada de la trama con una excusa bastante pobre, de Tormenta (Halle Berry), que aunque se la ve en algunas escenas su personaje dista mucho del desarrollado en el cómic, de la Bestia (Kelsey Grammer, el inolvidable Frasier Crane), alias “peluche”, del que solo sabemos que es un buen diplomático y sabe matar, de Cíclope (James Marsden), al cual apenas se ve, de Ángel, que solo tiene una aparición estelar y ya está, y se echa de menos al Rondador Nocturno, que ni aparece por el escenario… por supuesto hay escenas memorables, pero también mucho metraje vacío. El bando de los que desean someter a la raza humana adolece de poderosos lugartenientes… tan solo un puñado de jóvenes de estética cyber-punk son los encargados de sustentar al bando que lideran Magneto y Pyros… y una soberbia Mística, interpretada por Rebecca Romijn.




Pese a que el título podría resultar equívoco, X-Men3: La decisión final podría no ser la última película de la saga ni mucho menos. Antes del estreno, se daba por segura la producción de una película basada en el popular personaje Lobezno, y quizás que los X-Men como tal terminasen ahí. Pero el final (tras los títulos de crédito) deja abierta una posible continuación, señal inequívoca de una verdad universal hollywoodiense que todo el mundo admite hoy en día: cuando el cine se llena, la bolsa suena. Si las taquillas se llenan, habrá X-Men 4, sin duda, más allá de Lobezno incluso.

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